Una y otra vez ve plumas de colores revoloteando sobre su cabeza; rozando levemente una mente desenfocada. Mente que sin saberlo viajan a gran velocidad sobre una autopista pintada de lunares verdes y rojos. La confusión  no le deja ver a aquello que tiene ante sus ojos, que parecen cubiertos por una oscura pátina y caen a un vacío que se abre en el primer borrón amarillo que encuentran a su paso.Obsesiones, delirios absurdos…. Un cóctel molotov de sensaciones extrañas recorren el gaznate. Sumido en un mundo en el que el resto de individuos ni siquiera son espectadores. Invisible al ojo humano, es un pálido fantasma murmurando. Habla sin ser escuchado. Su voz en el éter, perdida para siempre.

En un lisérgico baile de colores se adentra en un caótico mundo. Introduce el dedo en la herida. Lo mueve de un lado a otro buscando una solución. Surgen entonces los retortijones y los mareos; una calma sumamente brutal que le deja en estado orgásmico.Muecas. Avanza a hurtadillas hacia una ventisca de fuegos artificiales. Desorientado y letárgico, obedece órdenes mudas, vacías. Garabatea con los ojos cerrados. Dientes sudorosos y depresión. Sugestionado, lanza de forma abrupta gritos a las estrellas. Por un instante recuerda que está más vivo que un árbol. Claridad interior. Brotando de su pecho, corazones de hojalata se estrellan en viejos telones de cine. Desesperada carrera hacia el séptimo subplano. Miradas extrañas y contrapicados silenciosos.

Habitaciones acolchadas, pasillos interminables. Una puerta sin retorno llena de chispas y cambios. Drácula de medianoche roba esperanzas y rompe cristales. Misántropo, introvertido alcahuete busca víctimas. Aislado y arrinconado encuentra una flecha roja. Estallar de júbilo y danzar caóticamente en la cama. Encontrar la imagen líquida de un rostro. Tragicómica anarquía. Perplejo, el revolucionario cambia sábanas por humo. Kuchuu Buranko abre en canal y analiza la realidad de la sociedad japonesa a través de las diferentes patologías que circulan en esta peculiar serie de animación. Nos enseña una sociedad en el que el individuo amable y sumiso se convierte en animal urbano que se da cuenta de los síntomas de una enfermedad que desconoce pero que ya es parte de su forma de pensar y actuar. Erradicar la enfermedad lo llevará a situaciones límite, llevando a cabo actos absurdos e irracionales en muchos casos. Lo que para ellos es un mundo surrealista no es más que una alteración de la realidad provocada por sus temores. El psiquiatra con su discurso provoca una reacción en cadena y  simplemente deja que las emociones fluyan y comiencen a sentirse vivos de nuevo.

Quizás el problema sea la sociedad en la que vivimos. Esa sociedad que nos bombardea con necesidades y consigue que estemos en un estado de alerta y de constante tensión por ser los únicos o los primeros que tienen “X” producto o ver “X” película. Probablemente para muchos ser uno mismo consiste en formar parte de un ente mucho mayor, pertenecer a un todo interconectado en el que las opiniones propias y las reflexiones son  de otros. ¿Y si ser uno mismo fuese una utopía para una parte de la sociedad? Kuchuu Buranko nos hace reflexionar, sobre, si nuestro mundo conectado, es el origen de determinadas fobias y patologías y si podremos encontrar algún día un equilibrio entre las exigencias de una realidad que construyen para nosotros y la realidad que nosotros queremos y deseamos