Daido Moriyama, pertenece a una clase de fotógrafos que hace mucho tiempo se extinguieron para siempre. Llegó a la cumbre de una generación de fotógrafos japoneses que vivieron grandes y profundos cambios que experimentó Japón justo después de la Segunda Guerra Mundial.

Plasma en sus fotografías en blanco y negro y desde ángulos y perspectivas inauditas, ambientes y personajes urbanos de las zonas más periféricas, arrabaleras, zonas atormentadas por la urbanización y la industria nipona, para mostrar mediante imágenes llenas de crudos, ácidos y muy contrastados claroscuros, el conflicto que tuvo lugar entre lo viejo y lo nuevo de su tierra natal.

Con cada instantánea consigue mostrarnos ambientes de profunda decadencia, seres humanos que se muestran todo lo fuertes que se pueden mostrar cuando se encuentran solos ante el peligro en calles aún más vulnerables que ellos. Imágenes de chicos y chicas comunes con gestos vulgares y a veces obscenos. Seres sin nombre, o personas de nombre pequeño. Transeúntes que esperan, se marchan o se alejan rodeados de un halo denso, casi único, que la cámara y el laboratorio fotográfico de Moriyama nos regalan.

Los trabajos esculpe en cada click nos da las claves de la soledad de los protagonistas y como la transforma poco a poco en una ternura indescriptible. Los rostros de un grupo de personas a través de la mirada de Moriyama es tal que  descubrimos como sus caras pueden llegar a ser al mismo tiempo dulces y tristes, provocando, una poco corriente mezcla de sentimientos sobre el espectador, que perplejo se descubre ante un genio urbano.

Son tan actuales sus fotografías que sorprende ponerse a pensar lo poco que hemos avanzado, aunque quizás debería decir que Moriyama fue un adelantado a su tiempo. La foto de lo cotidiano. La fotografía circunstancial, la no buscada pero encontrada por casualidad. Con esa esencia casi única de una polaroid y la fuerza de los desnudos de Man Ray es con la que me quedo. Esa fuerza casi inhumana que emanan las imágenes que realiza, son posibles porque ve más allá de objetivo. Lee los ojos y conoce cada rincón de las ciudades, cada milímetro de los diminutos viandantes que pasan inadvertidos para cada uno de nosotros día a día en nuestros barrios. No me cabe la menor duda de que Daido ha tenido mucho que ver en la fotografía y ha servido de inspiración para muchos artistas. Un fotógrafo de otra especia y de otra época que cambió para siempre el concepto de fotografía urbana para siempre.